Mi golondrina corpórea,
un día se enamoró
y pasó de contemplar
cielo a mirar una flor.
Aquella rosa rojiza
también enferma de amor,
deseaba flotar en nubes
junto a su gran ilusión.
Mi golondrina tan libre,
toda ella carne y calor
se enamoró de un ser frío
con espinas y almidón.
Desde los alambres mira
a su quieta inmóvil flor
y a la par que sube savia,
late fuerte el corazón.
Un día claro la osada,
sobre su flor se posó,
mientras la rosa rojiza
miraba con sangre el sol.
-¿Qué escondes tras tus espinas,
que irradia tanto dolor?-
pregunta el pobre pájaro
a su quieta inmóvil flor.
-¡Vuela tan alto mi vida!-
,grita la flor sin perdón,
-pues mis espinas matan
y he herido tu corazón-.
La golondrina de bruces
junto a los pies de su amor
cae despacio tan sola,
al lado de un gran terrón.
De alimento de mil flores,
sirve ahora esta ilusión,
porque golondrina y rosa
se unen con cuerpo de flor.
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