Al salir por la puerta,
olvidó mirar atrás,
y lo que no se ve,
tampoco se siente.
De esta forma,
olvidó sentir las lágrimas
la respiración entrecortada,
la rabia inútil contenida
y también el nudo en la garganta.
Olvidó sus manos temblorosas
el parpadeo lento de sus ojos,
su voz silenciosa pidiendo un perdón.
Olvidó mirar atrás y siguió hacia delante,
con el paso firme, la sonrisa recompuesta,
los ojos vibrantes y el pensamiento decidido.
Olvidó aquella tarde y con ella su viejo destino.
Se desprendió de sus tristes ropas,
las dejó en el olvido.
Dejó que el viento y el sol,
rozaran su pelo,
sus manos abiertas,
la curva sutil y esquiva de su sonrisa,
y todas y cada una de las esquinas de su alma.
Se fue alejando despacio,
aún así , parecía que a cada paso
flotaba sobre la tarde,
balanceándose con ritmo,
sin prisa pero sin pausa.
Aún lo recuerdo,
en el aquel olvido fugaz
inconsciente y a la vez premeditado,
saliendo por la vieja puerta de madera,
parecía contento,
caminaba feliz.
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